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Atisbos de literatura iberoamericana

Arena Negra

por Pablo Llanos Urraca

verónica avilés calderón (Caracas, Venezuela, 1976).

Voy a dejar clara mi intención en esta reseña de Arena negra, una novela de Verónica Avilés Calderón. Quiero demostrar que esta es una novela clásica y vanguardista a la vez. Arena negra, es una novela modernista clásica, bien estructurada y con un elenco de personajes bien trazados. Una novela desnuda de artificios creada a partir de la crónica del viaje turístico de un matrimonio de estadounidenses a Bali.

Para asegurar que esta es una novela clásica, pese a que la protagonicenturistas y surfistas, me apoyo en su punto de origen, un viaje. En la narrativa clásica los conflictos se narraban a partir de una partida, alguien que sale de viaje hacia lo desconocido, ya sea este viaje físico o emocional (El Quijote, Gulliver, Simbad, etc.), o bien a partir de la llegada de un elemento desconocido a un entorno estable. La contemporaneidad lleva a Verónica Avilés Calderón a indagar sobre los efectos del viaje turístico tanto en quien lo disfruta como en en el entorno que recibe a estos visitantes, representado por el guía que los acompaña y su familia.

Un viaje nos trastoca ya desde antes de partir, zarandea nuestras rutinas, pone en alerta nuestros sentidos y nos hace más permeables, probablemente porque cuando partimos de vacaciones nuestra pirámide de Maslow se ve reducida a dos niveles: supervivencia y placer. Esto, de por sí, no sirve para contar una historia así que ya desde el inicio la autora se sirve de un primer conflicto en el matrimonio de los turistas para lanzar la narración.

Es sabido que viajar es apostar a que volvemos cambiados. En una ciudad que recorremos por primera vez es fácil encontrarse, lo difícil es saber perderse y lo inimaginable es saber perder lo que uno era y encontrar a un nuevo yo.

Lo explica magistralmente Italo Calvino en «Las ciudades invisibles»:

«Marco [Polo] entra en una ciudad: ve a alguien que vive en una plaza una vida o un instante que podrían ser suyos; en el lugar de aquel hombre ahora hubiera podido estar él si se hubiese detenido en el tiempo mucho tiempo antes, o bien si mucho tiempo antes, en una encrucijada, en vez de tomar por un camino hubiese tomado por el opuesto y al cabo de una larga vuelta hubiera ido a encontrarse en el lugar de aquel hombre en aquella plaza. En adelante, de aquel pasado suyo verdadero o hipotético, él queda excluido; no puede detenerse; debe continuar hasta otra ciudad donde lo espera otro pasado suyo, o algo que quizás había sido un posible futuro y ahora es el presente de algún otro.

Los futuros no realizados son solo ramas del pasado: ramas secas.»

Viajar es una apuesta interesante cuando se viaja solo como Marco Polo. Pero es una apuesta arriesgada cuando se viaja en pareja porque lo que se pone en juego no es uno u otro miembro de la pareja, si no la propia relación que los une. Bajo este conflicto comienza Arena negra», con un acto de valentía, de prueba de esfuerzo para el matrimonio de la pareja protagonista. Esta es la primera ola que cabalgamos en la novela y es la promesa de que olas más fuertes e incluso fuertes marejadas llegarán con el movimiento del paso de sus páginas.

Como toda escritora, Verónica Avilés Calderón creció inventando historias, pero no sintió la llamada de la pulsión narradora hasta que se trasladó desde su Venezuela natal a Barcelona para realizar un máster. Por aquel entonces leía «La Caverna» de Saramago y, quizás el viaje o quizás el libro o, probablemente, la conjunción de ambos, le cambiaron la vida. Podría hablarse de una conjunción astronómica si el máster que cursaba hubiera estado relacionado con la literatura, pero para desgracia de sus futuros lectores, no tenía nada que ver con la narrativa. Verónica continuó con sus estudios, con sus lecturas, comenzó a escribir, a participar en talleres de escritura y a trasladar nuevamente su residencia, pasando por lugares como Bali, Madrid o Bucarest. Unos años que suponen un viaje interior de Verónica hacia la escritora que firma esta novela. Viajar siempre es apostar.

Unos años antes de que Verónica se encontrara en las páginas de las novelas de Saramago, el escritor portugués había contestado así a Javier Durán en una entrevista en Las Palmas:

«Yo creo que los escritores deberíamos volver a la calle y ocupar de nuevo el espacio que antes teníamos y ahora ocupan la radio, la prensa o la televisión. Hay, además, que fomentar el humanismo, el conocimiento de que miles y miles de personas no se pueden acercar al desarrollo.»

Han pasado muchos años desde estas palabras de Saramago hasta la publicación de Arena negra. Los tiempos han cambiado, los escritores ya no están desplazados por la radio o la prensa si no por otros escritores, llegados de las redes sociales, de la televisión, o de cualquier tipo de quince minutos de fama. Algunos de ellos incluso con una técnica narrativa perfecta fraguada al calor de las escuelas de escritura. Pero en pocas ocasiones nos encontramos con un discurso fundado más allá de la mera nostalgia de otros tiempos que fueron mejores.

Verónica sigue el consejo de Saramago y, no solo sale a la calle, se lanza al viaje, a la forma de viajar contemporánea, al turismo. Desde estas nuevas rutas transitadas por millones de ciudadanos del primer mundo, que son portadoras de imanes para la nevera o de virus pandémicos, nos hace bucear en las profundidades de la humanidad, del humanismo. A medida que caminemos hundiendo nuestros pies en Arena negra nos encontraremos con una trama social que va más allá del conflicto personal de los turistas. Tanto los personajes del libro como quien esté leyéndolo comenzaran su viaje con un objetivo consciente. Algunos de ellos lo alcanzarán, otros no. Pero todos, incluidos los lectores, lograrán, de forma soterrada, un objetivo inconsciente al acabar el viaje. Este será el resultado de su apuesta al inicio del viaje y de la lectura.

Me gustaría contar algo sobre el gran acierto de esta novela y de cómo su autora la construye. No hay monserga, no hay discursos grandilocuentes ni moralizantes. Las consecuencias de la Guerra Fría en nuestros días, a veces olvidadas y ya normalizadas, aparecen reflejadas en las acciones del elenco de personajes que componen la novela: la pareja de americanos, el guía balinés y sus hijos, su esposa, un surfista camboyano y un par de surfistas australianos. La novela no nos describe los problemas que podemos suponer: los muestra en unos certeros diálogos que nos embarcan en un viaje inconsciente hacia un sutil humanismo.

Un último apunte sobre la técnica narrativa de Arena negra: el acierto que supone la narración lineal, la proliferación de diálogos y la elección de un narrador objetivo en tercera persona terminan por componer esta arquitectura modernista de la novela.

Los diálogos definen al personaje. No se puede engañar. Lo que dicen los personajes es lo que les define. Si un personaje miente al hablar es que ese personaje es un mentiroso. Y los personajes de esta historia dialogan mucho. No hay mejor manera, ni más difícil, de mostrar los conflictos. Quizás por esto es poco habitual ver en la narrativa actual escenas dialogadas y narradores objetivos. Se escribe desde la ficción del yo, mezclando formatos tradicionales, desconectando tramas. Hasta el punto de que leer una novela como Arena negra, con su trama, sus diálogos, sus tres actos y su elenco teatral perfectos, resulta vanguardista y reaccionario. Si a todo esto le sumamos que escarba en lo humano, que salpica de realidad sus párrafos más allá del discurso timorato actual, tenemos el cóctel perfecto para asegurar que Arena negra es una novela que, al finalizarla, conseguirá que nos volvamos a sentir reconfortados en la comodidad de nuestro hogar, como quienes regresan a casa de un largo viaje. Siendo conscientes del deseo por cuidar la escritura de la autora es posible que Arena negra podría no haber estado acabado nunca. La formación en escritura creativa y narrativa hace que la autoexigencia sea a veces insalvable por la comparación con los grandes. Así que me gustaría agradecer a la Editorial Cuadranta que haya rescatado a Verónica Avilés de ese viaje por las aulas de escritura para colocarla en el comienzo de otro viaje: el de la escritora que, como Marco Polo, ya era en su futuro.

Pablo Llanos Urraca. (San Sebastián, España, 1974) Ingeniero Informático y Escritor. Publicó Manual de Modelado de Corazones para Hombres de Hojalata (Cuadranta, España, 2022)

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